Descansando al sol
- ¡Lili! Tendida en esa silla, pareces una de esas mantas que María pone al sol para quitar el olor a moho.
- Como tú Max ...
- ¿Como por qué? - preguntó un poco irritado.
- Tú también estás ahí y podría decir difundir, como si no tuvieras nada que hacer más que controlarme.
- Es solo que tus hermosos ojos azules están mirando ese árbol, como si fuera más interesante que yo.
Lili se estiró en la silla de jardín, clavando ligeramente las uñas en la colorida y mullida almohada, y respondió con calma:
- En este mismo momento, querida, me parece mucho más interesante que tú, que no viste el pájaro multicolor y esponjoso en una de las ramas cerca de la pared.
- ¡Bah! Querida, en ese momento no tengo intención de levantarme de aquí ahora. Mucho menos para un pájaro, que tenga el color del mundo entero. No interesa.
Max, ronroneando, abrió la boca en un bostezo que podría haber parecido una sonrisa. No estaba definido exactamente lo que quería con ese movimiento de la boca, pero Lili de manera ágil y astuta saltó por encima del muro y en un instante estuvo entre las ramas agarrando al pajarito.
María, que estaba extendiendo las mantas, inmediatamente gritó:
- ¡Lili! "Psit". ¡Psit! “Deja ese pájaro en paz.
El gato miró a María y dejó caer el pájaro, el cual, moribundo, despegó en un vuelo bajo y torpe pasando sobre la silla donde estaba Max. Lili volvió a la silla luciendo como si hubiera perdido una batalla. Max la miró con satisfacción.
- Habría sido mejor mirar mis ojos verdes, para no perder el tiempo.
- Prefiero dormir… - ronroneó, estirándose de nuevo sobre la almohada.
Verena Rogowski Becker
26/10/2015